viernes, 19 de octubre de 2012

Construcciones discursivas sobre los jóvenes: estereotipos y desatención de derechos

Por: Yohana Paola Sosa y María Laura Pepe
Fte: REVISTA ExT   ISSN 2250-7272




La ley nacional 26.657 de Salud Mental propone que “las adicciones deben ser 

abordadas como parte integrante de las políticas en salud mental” por eso 

nuestra propuesta de trabajar los derechos que se desprenden de las leyes de 

salud mental con los grupos terapéuticos del Programa del Sol. Además 

nuestra propuesta en el proyecto de extensión se plantea desnaturalizar 

prácticas de los servicios de salud y estereotipos sociales que ubican a las

personas como sujetos de “no derecho” (dentro del ámbito de la salud 

mental), pero en la práctica tuvimos que comenzar antes con otras 

cuestiones. Esto debido a que las personas con las que trabajamos en los 

talleres antes de ser personas con consumo problemático de drogas son 

jóvenes (hombres, mujeres) insertos dentro de un entramado socio-cultural 

que los moldea, los condiciona, los estructura de modo imperceptible y por 

eso poderoso. La identidad, el lugar que ellos ocupan en el mundo se 

evidencia como un espacio de incertidumbres donde “otros” (familiares, 

amigos, vecinos, los medios, la sociedad) aparecen con un peso enorme para 

llenarlo de certezas. ¿Cómo dicen los otros que soy? ¿Cómo quieren que 

sea? ¿Cómo creo yo que debo ser? ¿Cómo creo que soy? Por eso antes de 

trabajar con estereotipos y derechos en salud mental debimos problematizar 

las definiciones y los lugares que esos otros asignan a los jóvenes con los que

trabajamos. Se realizaron actividades tendientes a reflexionar sobre el rol

social concedido a las mujeres, sobre las concepciones que circulan sobre las

mujeres que presentan consumo problemático de drogas. También se 

problematizó la construcción social de la seguridad/inseguridad y se 

identificaron las características que la sociedad asocia a la persona peligrosa y

sobre la construcción que los medios realizan respecto a todo lo anterior. 

También se trabajó sobre los derechos de los jóvenes desde la “Convención 

Iberoamericana de Derechos de los Jóvenes”. El énfasis en este proyecto se

 encuentra en trabajar sobre los procesos de construcción discursiva que 

operan en diferentes niveles y que asignan a las mujeres, al marginal, al 

joven, a la persona con problemas de drogas un lugar, un ser y/o un deber ser 

único y desvinculado de toda situación económica, social y política. 

Trabajamos sobre que lo peligroso, lo violento, lo feo… no es propiedad de 

ninguna persona en particular si no que son productos sociales y culturales y 

de esa manera deben comprenderse.

lunes, 25 de junio de 2012

LOS DERECHOS DEL SOL




LOS DERECHOS DEL SOL

Luego de trabajar la "Convención Iberoamericana de Derechos de los Jóvenes" un grupo de varones del "Programa del Sol" dieron lugar al contenido de este corto. Apreciamos su interés, colaboración e ingenio en todo momento.


sábado, 7 de abril de 2012

Nota elaborada por la Mesa de Trabajo de Salud Mental y Derechos Humanos sobre la emergencia en Salud Mental de la Pcia. de Córdoba




(En esta semana, con sus pocos días hábiles, se sucedieron una serie de situaciones en Salud Mental de la Pcia de Cba:Las denuncias que aparecieron en los medios de comunicación sobre la situación en las instituciones dependientes de S.M.; la renuncia del equipo Directivo de S. M., Montaldo Riera y Lingua; las declaraciones del Colegio de Psicologos; la presentación en la Legislatura por parte dela legisladora Montero de un proyecto de ley pidiendo declarar la "Emergencia en Salud mental-Creación de Comité de crisis"; el nombramiento del nuevo Director de Salud Mental, Dr. Navarro (ex Director de la Casa del Joven)

Frente a todo esto los que conformamos la Mesa de Trabajo Permanente de Salud Mental y DDHH hacemos público el siguiente Documento.


SALUD MENTAL: DE LA EMERGENCIA VENIMOS, HACIA LA EMERGENCIA VAMOS…

Y en ese derrotero perverso, vemos cómo ha  quedado asimilada la palabra desmanicomialización a la palabra desmantelamiento del sistema de salud,  Para no vivir en emergencia, es necesaria la sustitución total de las lógicas manicomiales. Vemos a los ideólogos de turno –largos turnos “rotativos”- cómo aprovechan cada gestión para reinventarse y declararse “recién llegados”, recién enterados de lo que pasa con la Salud Mental en Córdoba. 
Nos cansamos de decirlo en estos largos años de trabajo: transformación institucional no es eso.
No es desinversión.
Lo dicen las recomendaciones de organismos internacionales, lo propusimos y sostuvimos fuertemente durante la elaboración y discusión de la ley provincial, lo reconoce la ley nacional al disponer una asignación progresiva hasta llegar a un piso del 10% del presupuesto de salud
No es respuesta asistencial predominante.
No puede ser respuesta única y aislada de un médico generalista, un psiquiatra, un psicólogo. En todas y cada una de las instancias es necesaria la respuesta interdisciplinaria y la convergencia de diversos saberes y quehaceres, con preeminencia de alguno según las situaciones y circunstancias
No es solo el arreglo edilicio ( de por si necesario)
No es un asunto sólo del sector salud mental.
Es preciso un abordaje intersectorial, dan cuenta de ello las internaciones prolongadas por razones sociales, la intervención de la justicia para sostener a las personas en el único dispositivo con el que se cuenta: el hospital psiquiátrico.
No es medicalización.
No puede comenzar en el hospital.
Empieza en la comunidad, donde encuentra su mejor expresión, y se apoya en una red extensa y variada de dispositivos
No es sólo un asunto de profesionales,
no será posible en la medida en que se amplíen los espacios de participación.
No se resuelve con acciones aisladas,
Intervenciones desarticuladas, requiere de una política de implementación progresiva
Lo que conocemos hoy en relación a la situación de la atención de los problemas de salud mental (IPAD, Santa María, Oliva, Bell Ville) es el resultado de un largo proceso de  falta de respuestas integrales y oportunas y, peor aún, de una sostenida des-atención a los problemas, atención desarticulada, achicamiento del presupuesto, vaciamiento de recursos del sector, entre otras cosas
 Hablar de desmanicomialización es hablar "de mínima".  LLegamos a hablar de desmanicomializacion porque los gobiernos (y la sociedad en general también) no pueden pensar más allá de la enfermedad o el padecimiento ya instalado.
 No existe en ninguno de los estamentos gubernamentales (nacionales, provinciales y municipales) un convencimiento de que la  salud mental es importante.
 Asi pasa con la no inversión de recursos humanos en salud mental en los barrios. Y si dicen que lo hacen, lo hacen desde el modelo médico hegemónico que invisibiliza la dimensión subjetiva de los seres humanos. 
 Asi pasa con la no inversión de recursos para la infancia: reducción de direcciones, no implementación de presupuestos, no implementación de programas barriales, etc. Es terrible que en los barrios no haya actividades públicas y gratuitas en cultura y deporte. Ya no hacen falta mas diagnósticos de la situación, indicadores, evaluaciones "para ver que hace falta". Lo que hace falta es invertir!!!
Cualquier vecino/a, a esta altura, sabe que las relaciones interpersonales son fundamentales para el bienestar-
 Estas políticas ciudad-centristica solo sabe mirar hospitales y a lo sumo casas de cuasi-mediocamino. Se llenan la boca del término "comunidad" y solo buscan confundir. Un política seria de transformación de lógicas manicomiales pone en primer lugar la participación de los usuarios y trabajadores.
Hay que andar por los barrios y ver los rostros de los niños y jóvenes con la desesperanza a cuesta, con el estigma de la discriminación y el atropello de la policía y los propios con-ciudadanos, con las múltiples experiencias de expulsión de la mayoría de las instituciones privadas y estatales. ¿De qué salud mental estamos hablando? 
Está claro que se busca favorecer una subjetividad lo mas "acomodada" posible a "lo que hay", y eso sabemos es posible.
En vez de pensar que no hay limites para delimitar la salud mental, estamos tratando constantemente -como lo quieren estos gobiernos- de marcar el límite en lo mínimo posible.

Aprovechamos la oportunidad para invitarlos a participar de las  Jornadas "Leyes sin reglamentar, prácticas sin transformar: el lugar de la salud mental en las políticas públicas" que estamos organizando para el 20 de abril en la Escuela de Ciencias de la Información. Nos parece  una excelente oportunidad para debatir, esclarecernos y pronunciarnos colectivamente sobre el estado de la salud mental en Córdoba

Piden declarar la emergencia en salud mental y crear comité de crisis


Fte: La Voz del Interior
04/04/2012

Lo propone la legisladora Liliana Montero (Frente Cívico), que publicó fotos del "deplorable" estado de las instituciones, como el Ipad.

La legisladora del Frente Cívico Liliana Montero propone a través de un proyecto de ley declarar la emergencia en el área de salud mental provincial y crear un comité de crisis.
Instalaciones deplorables, sobrepoblación, y pacientes con adicciones, pr ejemplo, durmiendo sobre colchones y atados con una cadena a sillas, son el paisaje común en las instituciones provinciales, según las imágenes que pueden verse en el perfil de Facebook de Montero.
Las fotografías son del Instituto Provincial de Alcoholismo y Drogadicción (Ipad), del Hospital Santa María de Punilla, el Hospital Colonia Emilia Vidal Abal de Oliva y el Hospital de Bell Ville.
Osvaldo Navarro, el futuro director de Salud Mental provincial -viene de ser director de la Casa del Joven-, dijo que "se está haciendo un relevamiento" (ver El futuro director de Salud Mental dice que..).
Desolador. "Lo que más me impactó a mí fue la del Instituto Provincial de Alcoholismo y Drogadicción que está a 100 metros del Centro Cívico, con funcionarios que se lavan la boca hablando de derechos humanos", dijo Montero sobre la institución, que está en la misma manzana del Hospital Neuropsiquiátrico y la Casa del Joven.
"Los colchones son una lámina, hay roedores, superpoblación de paciente y profesionales insuficientes. Tengo la sensación que lo que no se ve no importa", señaló Montero en diálogo con Mitre 810.
La legisladora, psicóloga de profesión, también dijo que en Oliva la situación es crítica. "Ayer (...) nos decían que una sala estaba inhabilitada porque el techo se estaba por caer, y había un paciente adentro", dijo.
Angélica Dávila, titular del Colegio de Psicólogos de Córdoba, respaldó el panorama trazado por Montero.  "Es una situación conocida, vemos que está todo muy deteriorado, pareciera que la salud mental no le interesa a nadie, que está todo a la deriva", dijo.
De vieja data. En 2007, este diario ya denunció la situación de colapso que vivía el Ipad (ver Los adictos colapsan el centro...).
“El edificio, que tiene cuatro pabellones, no da más. Están planeadas algunas ampliaciones, pero no puede crecer mucho más. Calculo que en la actualidad son necesarios en la provincia dos o tres centros preventivos asistenciales como este”, señaló el entonces director Emilio Filipponi.
Montero destaca en los fundamentos de su proyecto que "el Ipad tiene 42 camas reales en estado calamitoso y llegan a tener casi 90  internados, un verdadero  despropósito. Hay 3 baños para 70 internos".


domingo, 25 de marzo de 2012

Violencias del manicomio

Fte: Página 12
2 de Febrero de 2012


El autor examina la “indignidad” de las instituciones psiquiátricas, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, poniendo el acento en quienes trabajan en ellas: en “la lógica discursiva que sustenta sus prácticas disciplinarias, la formación que recibieron y sostienen, la relación jerárquica entre ellos, la falta de una movilización organizada”. 

Por Santiago Gómez *



Cada vez que se trata el asunto de la salud mental en la CABA, lo primero que se menciona es el incumplimiento de la Ley 448, sancionada el 27 de julio de 2000. La 448 es una de las leyes más progresistas de la Argentina pero, al no existir una importante movilización social que propicie su cumplimiento, es letra muerta. En 2010 (“A diez años de la ley”. Página/12, 13 de mayo de ese año), la organización Colectivo 448 recordó que esa norma promueve la “desinstitucionalización progresiva, implementación de camas de internaciones breves y guardias interdisciplinarias en hospitales generales, casas de medio camino, hospitales de día, emprendimientos sociales y otros dispositivos sustitutivos”, advirtió que “las pautas incluidas en la Constitución de la ciudad de Buenos Aires habían generado una gran expectativa de transformación de un modelo de características asilares-custodiales, que históricamente ha sentenciado a la internación crónica y al trato indigno y alienante a miles de seres humanos”, y observó que “esta indignidad institucional también se proyecta sobre los trabajadores de la salud mental que intervienen en la atención, generando daños a su salud física y psíquica”.
El problema de la salud mental en la ciudad no es centralmente una cuestión de normas legales. El principal problema en el campo de la salud mental está entre los trabajadores, por el tipo de trabajo que realizan: la objetivación como método, la lógica discursiva en la que se sostienen sus prácticas disciplinarias, la formación que recibieron y sostienen, la relación jerárquica que entre ellos se establece, la falta de una movilización organizada con poder real de transformación de las condiciones institucionales, y todo esto en un contexto cultural donde la ciencia tiene poder de verdad.
El problema de la violencia de la objetivación, tan bien planteado tanto por Basaglia como por Foucault, es el mismo hoy que cuando se sancionó la ley, y será el de la gestión siguiente si no hay, por parte de los trabajadores, una voluntad sincera de poner en cuestión el trabajo que vienen realizando. ¿O fue un funcionario del Ejecutivo el que ató a la cama, hace más de tres años, a la nena que murió ahogada en su propio vómito en el Tobar García? ¿Por qué siempre son “el Borda y el Moyano”? ¿Por qué del Tobar no se habla? Porque, si se prestara atención al Hospital Infanto Juvenil Doctora Carolina Tobar García, habría que cerrar todo ya, y tendríamos que ir todos a declarar ante los tribunales internacionales de derechos humanos.
Pero, ¿acaso hay órdenes precisas del Ministerio de Salud porteño de “contener” –el sinónimo cínico de atar– a los pacientes? ¿La violencia de las prácticas se explica por cuestiones político-coyunturales o por la lógica del poder médico y psiquiátrico, en su forma de poder disciplinario?
¿Qué lleva a los trabajadores a naturalizar la violencia aplicada sobre los cuerpos de quienes están internados en instituciones psiquiátricas? Hasta el momento, creo, no hay denuncias hechas por trabajadores contra trabajadores por haber vulnerado derechos humanos de aquellos que padecen una internación. ¿O la responsabilidad subjetiva sólo es tema de los no profesionales? Escuché a varios muy preocupados por lo establecido en la nueva Ley Nacional de Salud Mental, respecto de la posibilidad de los trabajadores y familiares de presentar denuncias ante el Organo de Revisión. Recordemos que éste estará integrado por representantes ministeriales, trabajadores, familiares y asociaciones, y, de acuerdo con el artículo 40, inciso C de la ley, tendrá como función supervisar de oficio o por denuncia de particulares las condiciones de internación por razones de salud mental, en el ámbito público y privado.
En este conflicto, la obediencia es un factor fundamental. Ya antes de los controles a las internaciones que plantea la Ley Nacional de Salud Mental, las convenciones internacionales sobre derechos humanos eran herramientas legales que estaban a disposición de quien quisiera para exigir su aplicación. Es el caso de la Convención sobre los Derechos de Personas con Discapacidad, la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad, las convenciones sobre derechos de los Niños y todas aquellas que actualmente tienen rango constitucional. Quien escribe esto padeció haber sido expulsado del Servicio de Internación en Crisis de Open Door, por haberse servido de esas convenciones y denunciado que compañeros trabajadores dejaron tres días atado a un hombre a una cama, produciéndole un cuadro de deshidratación que requirió una intervención clínica urgente. Otro hecho, cotidiano, de igual o mayor gravedad, era que los pedidos de informes periciales realizados por jueces fuesen directamente considerados como pedidos de internación, ampliándose así la cantidad de internos en el manicomio.
La mayoría de los trabajadores de la salud mental no piensa a quienes atienden como iguales. ¿En nombre de qué deben ser sometidos los trabajadores a realizar sus tareas bajo condiciones de violencia? ¿Cómo es posible que una jovencita o jovencito que comienza a trabajar reciba la violencia como herramienta de trabajo y que tantos la agarren y tan pocos la abandonen? No creo que sea una cuestión de malas intenciones, no ingresan todos con ese tipo de disciplinamiento. ¿Cómo es posible que tengan que ser testigos del aplastamiento de los cuerpos por el peso de la violencia institucional? Si nos pensamos iguales, tenemos que pelear y reclamar por los derechos de todos aquellos que se encuentran bajo el edificio manicomial. Acabar con la institucionalización de la violencia; con el arrasador peso de la autoridad.
Para esto, es necesario repensar la problemática del poder y discernir de qué discurso se sirve para ejercer esa violencia: se intenta vestir como terapéuticas prácticas punitivas. Recuerdo a Evaristo Pasquale, director de Salud Mental de Trieste, angustiado, luego de conocer Open Door, repitiendo: “Hace treinta años que no veía una persona atada a una cama”.
Franco Basaglia pidió “rechazar cualquier acto terapéutico siempre que tienda tan sólo a mitigar las reacciones del excluido hacia el excluyente”. Además, advirtió que la sociedad, ante la posibilidad de que se visualice su rostro violento, “ha encontrado un nuevo sistema: extender la concesión del poder a los técnicos que lo ejercerán en su nombre y que seguirán creando –a través de otras formas de violencia: la violencia técnica– nuevos excluidos. (...) La labor de estos intermediarios consistirá en mistificar la violencia a través de la técnica, sin llegar a cambiar por ello su naturaleza, de manera que el objeto de la violencia se adapte a la violencia de la que es objeto. (...) Analizando cuáles son las fuerzas que han podido actuar en profundidad sobre el enfermo hasta el punto de aniquilarle, se llega a la conclusión de que sólo una es capaz de provocar un daño tal: la autoridad” (F. Basaglia, La institución negada, Ed. Barral).
Las experiencias de desmanicomialización –como se la llamó en la provincia de Río Negro– o desinstitucionalización, llevadas adelante en el lugar del mundo que sea, sólo fueron posibles por la decisión política que tomaron quienes decidieron transformar las condiciones de relación entre sujetos que se establece con quienes son considerados locos, anormales, enfermos o el nombre que se le quiera poner. El problema es político, entendiendo la política como una acción de transformación social, y por lo tanto necesita una solución en ese sentido. La decisión puede no ser tomada por el Ejecutivo, sino por los trabajadores que, a través de la organización, estén dispuestos a construir el poder de transformar las prácticas que vienen realizando. Italia, Brasil y las distintas experiencias que se llevan adelante en la Argentina demuestran que sólo la organización vence al tiempo.
En la provincia de Río Negro, como en la de San Luis, hubo Ejecutivos que acompañaron los reclamos de actores involucrados en la problemática de la salud mental, que luchaban por una transformación.
En la provincia de Buenos Aires hay municipios que decidieron trabajar desde una perspectiva antimanicomial, que es perspectiva de proyecto nacional y popular. En el municipio de Moreno –en el cual me he formado–, desde la creación del primer servicio municipal de atención a la salud mental se combatió contra toda práctica de tipo objetivante en el abordaje del padecimiento subjetivo. Este municipio fue parte de la creación de la Red de Salud Mental del Oeste, en la que participan Morón, trabajadores de Tres de Febrero, Ituzaingó, La Matanza y funcionarios del ámbito nacional y provincial, así como también del Poder Judicial. Esto se hizo a partir de la conceptualización política de las prácticas en salud mental. No se los trata porque son enfermos, sino porque son sujetos. Porque son sujetos y ciudadanos no se los puede someter a las condiciones de existencia manicomiales, así que no se discute: el manicomio se tiene que cerrar: nada de andar preguntando bajo qué condiciones. ¿Qué puede ser peor para un ser humano que su vida en un manicomio? Sólo la vida en un campo de concentración puede ser peor. La vida carcelaria no es peor que el manicomio porque los presos suelen tener fecha de salida. El manicomio es la objetivación de un cuerpo, sometido a experiencias límite, en manos de la voluntad diaria de diversos trabajadores, de los cuales algunos son funcionarios.
* Psicoanalista.

Medicalización para someter al sujeto

Por Enrique Carpintero* (para La Tecl@ Eñe)  *Psicoanalista. Director de la revista y la editorial Topía. Su último libro recientemente publicado es: Enrique Carpintero (compilador), La subjetividad asediada. Medicalización para domesticar al sujeto, editorial Topía, 2011.

La medicalización es un término que se viene usando desde hace muchos años para demostrar los efectos en el acto médico de los factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la producción, distribución y venta de las grandes industrias de tecnología médica y farmacológica 


La cultura del capitalismo mundializado ha llevado a que los bienes materiales e inmateriales tengan una cotización en la economía de mercado. Su único objetivo es la maximización de las ganancias. Pareciera que nada queda fuera de la llamada “ley del mercado”. Todo queda reducido a si es un buen o mal negocio. De allí que no puede sorprendernos que las prácticas de la salud queden subordinadas a los grandes intereses de las empresas de medicina. ”Ya no es la enfermedad -y la lucha contra el dolor y la muerte- el limite `natural` que hablita a la medicina a intervenir en el cuerpo. La salud es en gran parte un artículo más de consumo. No un objetivo, sino un medio de diferenciación social, como la vestimenta, el consumo suntuario o la calificación laboral”. (Marcelo Rodríguez, Historia de la salud. Relatos sobre el cuerpo, la medicina y la enfermedad en la sociedad occidental, Capital Intelectual, 2011) Esta situación deviene en la complejidad que actualmente debemos tener en cuenta cuando se receta un medicamento. La relación médico-paciente en el acto de hacer un diagnóstico y medicar esta atravesado por la medicalización de la vida cotidiana que conlleva cuestiones éticas y científicas. Aunque, como vamos a desarrollar en este breve artículo, estas son fundamentalmente económicas y políticas. 

La medicalización es un término que se viene usando desde hace muchos años para demostrar los efectos en el acto médico de los factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la producción, distribución y venta de las grandes industrias de tecnología médica y farmacológica. Si nos ceñimos al campo del padecimiento subjetivo estos efectos son el resultado de algunas cuestiones que son necesarias entender. 

Una subjetividad sometida a los valores de la cultura dominante

El liberalismo -en su versión conservadora o progresista- pone la libertad como premisa del orden capitalista. Pero esta libertad, convertida a su vez en fundamento y en legitimación, es para el liberalismo primordialmente libertad económica en la medida en que todas las demás derivan de ella o se subordinan. La libertad es libertad para consumir sexo, celulares o futbol para todos. En el acto de consumir el sujeto cree encontrar ilusoriamente la satisfacción a su deseo. Este deseo es por definición omnipotente independientemente que se realice o no. Como principio o como amo este deseo lleva a una realidad que tiende a desbordarse y, por lo tanto es interminable e insaciable. Este exceso encuentra en la cultura hegemónica normas cuya idea de virtud es mantenerse “sano”. Para ello propone la ilusión de evitar lo que caracteriza la condición humana: nuestra finitud. De allí que procesos normales como el nacimiento, la adolescencia, la vejez, la sexualidad, el dolor y la muerte se presentan como patológicos a los cuales se les puede aplicar una medicación para su solución. De esta manera la búsqueda de la salud se transforma en una exigencia que en muchas ocasiones genera enfermos imaginarios de enfermedades creadas por los propios laboratorios. Por ello el ser humano saludable de nuestra actualidad es un oxímoron: todos los límites que se impone dependen del exceso en que vive y para cuya inexorable perpetuación se limita. (Vicente Serrano, La herida de Spinoza. Felicidad en la vida posmoderna, Anagrama, 2011). 

Las fabulosas ganancias de los grandes laboratorios

En este sentido la actual evolución de las biotecnologías, las neurociencias, las técnicas médicas y farmacológicas que pueden estar al servicio de la emancipación del sujeto se las utiliza para adaptarlo a la cultura del sometimiento. Por ello el medicamento que estaba exclusivamente al servicio del “arte de curar” hoy se lo ofrece como un objeto necesario de consumir para soportar las incertidumbres de un futuro que es vivido como catastrófico. Grandes campañas publicitarias en los medios de comunicación ofrecen las bondades de un medicamento como si fuera cualquier producto para consumir. La ingesta de remedios se ha naturalizado como una forma de vida. Ansiolíticos, analgésicos, laxantes, antiácidos y multivitamínicos no sólo se venden en las farmacias sino en quioscos y supermercados. Una consulta de la Universidad Maimónides y el Instituto Argentino de Atención Farmacéutica realizado a 3000 pacientes y 400 farmacéuticos muestran que el uso de medicamentos sin control médico adecuado conduce a que 100.000 personas se internan por esta causa en los hospitales públicos y más de 770 terminen muriendo. En EE.UU. se ha transformado en la tercera causa de muerte después de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Los diferentes de factores que se ponen en juego para difundir la medicalización en la sociedad explican las fabulosas ganancias que tienen los grandes laboratorios, las cuales deben ser repartidas entre los diferentes actores que participan en este proceso. Un informe de la Asociación de Agentes de Propaganda Médica de la Argentina sostiene los siguientes datos: -La industria farmacéutica representa el 4,7% del valor agregado total y el 3,2% del valor bruto de producción. Es la 2da actividad de importancia en el valor agregado y la 8va en el monto de facturación. -La productividad por asalariado en la industria farmacéutica es mayor que en el conjunto industrial. En efecto, mientras cada asalariado de la industria farmacéutica produce por $72 mil al año de valor agregado, en el conjunto industrial lo hace por $59 mil al año. Es decir la productividad por asalariado en la industria farmacéutica es 20,8% superior al conjunto industrial. -Si se compara la explotación promedio que cada empresa del sector farmacéutico se apropia en relación con el salario promedio del sector, se derrumba ese lugar común instalado por las empresas del sector en el sentido de que “pagan los mejores salarios”. En efecto las ganancias promedio mensuales que cada empresa se apropia en industria farmacéutica equivalen a 85 sueldos promedios del sector. Dicho en términos sencillos esto supone que cada empresa ganan 85 veces más que lo que gana cada trabajador del sector. Este mismo indicador para el conjunto del sector industrial se ubica en 19,8. Es decir este indicador de explotación laboral es 329,4% superior en la industria farmacéutica que en el conjunto industrial. -La rentabilidad de las firmas se asientan sobre niveles de oligopolios y en algunos casos monopolios en la producción de una determinada droga por parte de los laboratorios que operan en el país. Un ejemplo basta para ilustrar esta situación. La droga Omeprazol es comercializada por el Laboratorio Astrazeneca (de origen sueco) a un precio final que excede en 33.130% su costo inicial. Así como leyeron. Pero podemos continuar. En drogas como la piroxicam, la amlodipina, la nifedipina, la enlapril el precio final de la droga supera entre un 4.000% y un 12.000% el costo de la misma. Medicamentos ampliamente consumidos por la población también presentan elevados precios finales en relación al costo de la droga, que denota el grado de concentración de la producción y distribución de los medicamentos de uso masivo. Tal es el caso del Lexotanil producido por el grupo extranjero Roche cuyo precio final supera en 2.258% el costo, como también el caso de su sustituto el Octanil (producido por el grupo local Bago) cuyo precio final supera el 2.165% su costo. 

Esta situación esta llevando a que millones de personas en nuestro país y en el mundo mueran por no poder acceder a tratamientos básicos o mueran de paludismo, chagas, dengue y tuberculosis. Es decir, enfermedades que no dan rédito económico ya que para evitarlas es necesario el trabajo preventivo y mejorar la calidad de vida de la población afectada. Para finalizar este apartado debemos decir que la excusa para estas fabulosas ganancias es que las mismas se reinvierten en investigación. La realidad es otra: la mayor inversión de estas empresas es para mantener la publicidad y el marketing que incluye congresos y diferentes remuneraciones a los profesionales para que receten sus productos. 

La psiquiatrización de la subjetividad

Este monopolio médico-tecnológico da lugar a modelos neopositivistas donde la única valoración es la biología como determinante del proceso salud-enfermedad. Es decir se deja de lado una subjetividad construida en la relación con el otro en el interior de una cultura. Desde allí no se piensa en enfermos sino en enfermedades de pacientes que pueden pagar los altos costos de la tecnología médico-farmacológica. En el campo de la salud mental esta situación llevo a psiquiatrizar la subjetividad. La psiquiatría hegemónica a partir de los adelantos en neurología y la genética y bajo la influencia de una concepción conductista se dedica a clasificar enfermedades y diagnosticar trastornos para aplicar la correspondiente medicación. Para ello utiliza el Manual de Estadística y Diagnóstico de los Trastorno Mentales (DSM IV) como única referencia “científica”. Este es un manual basado en el esquema de síntomas-diagnóstico-tratamiento elaborado a partir de las neurociencias y el uso de psicotrópicos realizado por la American Pychiatric Association que se ha tomado como referencia a nivel mundial. Su objetivo no es organizar un tratamiento psicoterapéutico sino clasificar cada trastorno para poder aplicar la droga correspondiente: trastorno de aprendizaje con déficit de atención,Ritalina; depresión, Fluoxetina; ansiedad generalizada, Lorazepam y así sucesivamente. (leer el Manifiesto de Buenos Aires: por un abordaje subjetivante del sufrimiento psíquico en niños y adolescentes en www.topia.com.ar ) En la actualidad se esta preparando en EEUU la versión del DSM V y Allen Frances, uno de los autores de la versión del DSM IV, es decir un médico que esta en la “cocina” de la preparación de estos “diagnósticos”, advierte con mucha claridad: “Nuevos diagnósticos que podrían ser extremadamente comunes en la población general (especialmente después del marketing de una siempre alerta industria farmacéutica). Umbrales diagnósticos más bajos para muchos desórdenes existentes. El DSM-V podría crear decenas de millones de nuevos mal identificados pacientes `falsos positivos` exacerbando así, en alto grado, los problemas causados por un ya demasiado inclusivo DSM-IV. Habría excesivos tratamientos masivos con medicaciones innecesarias, caras, y a menudo bastante dañinas. El DSM-V aparece promoviendo lo que más hemos temido: la inclusión de muchas variantes normales bajo la rúbrica de enfermedad mental, con el resultado de que el concepto central de `trastorno mental` resulta enormemente indeterminado”. (leer en Enrique Carpintero, compilador, La subjetividad asediada. Medicalización para domesticar al sujeto, editorial Topía, 2011). También la locura se redujo nuevamente a sus componentes biológicos. Hoy el loco no es un sujeto con el que se establece una relación terapéutica, sino que se ha convertido en un objeto cuyos síntomas pueden ser tratados químicamente si tiene dinero para pagar los psicofármacos de última generación. Si es pobre será enviado a un manicomio. Esta situación ha llevado a dejar de lado años de trabajo teórico y prácticas clínicas en el campo de la Salud Mental para reducir la subjetividad exclusivamente a estímulos neuronales. 

Para finalizar podemos decir que los ricos no sólo viven mejor que los pobres, viven más tiempo. Uno de los datos de la desigualdad es cuánto se vive y cuanto se sobrevive a la enfermedad y al riesgo. Como venimos diciendo en anteriores artículos la protección de la vida es una tarea de los gobiernos por que las circunstancias de que la gente viva o muera es un hecho político. Si se deja que las condiciones de vida, la enfermedad y la muerte este en manos de los votos o de las leyes del mercado, las familias pobres no pueden sobrevivir. Esta es la función de un Estado que represente los intereses de la mayoría de la población. Sin embargo la lógica del capital desnuda un Estado que no es objetivo, sino que defiende los intereses de los sectores empresarios, al no garantizar las leyes que protejan a los sectores de menores recursos. Un ejemplo es que luego de once años de ser sancionada la Ley 448 de Salud Mental de la CABA todavía no se aplica. Lo mismo ocurre con al Ley Nacional de Salud Mental luego de un año de ser sancionada. Su resultado es la precarización de las redes sociales y los hospitales públicos donde la cultura dominante sólo ofrece la ilusión del consumo. De esta manera la medicalización es la respuesta que permite sostener la fragmentación de las identidades individuales y colectivas. Para eliminar sus consecuencias no es suficiente con una condena moral o un cuestionamiento científico ya que estas reproducen el modelo social y económico. Plantear su necesaria transformación requiere tener en cuenta que los sectores dominantes crean sus instrumentos de poder, de civilización y de cultura, así como los medios para realizarlos. De allí que el problema es político y la respuesta debe ser política. 

Yo sé que estoy piantao


Fte: PAGINA 12
DOMINGO, 19 DE FEBRERO DE 2012

No contenta con su derrotero clásico de enfermedades mentales –esquizofrenia, bipolaridad, trastorno de personalidad, depresión, entre tantos otros etcéteras–, la Asociación Psiquiátrica Americana se aburrió e inventó nuevas. Así, hoy día, ser tímido, estar afligido o ser excéntrico ya son patologías dignas de pastilla y tratamiento. Así lo indicará la próxima edición revisada del mundialmente conocido Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el DSM-5, que se publicará en mayo de 2013 e incluirá, además, el “trastorno de oposición desafiante” (para niñatos desobedientes) y reducirá a “depresión patológica” a la previsible tristeza de alguien que acaba de sufrir la muerte de un familiar, amigo o persona cercana; nada de “reacción humana normal”. ¿Se salvará alguien de un diagnóstico?
El libro contiene descripciones, síntomas y otros criterios de “detección” y es frecuentemente consultado por miles y miles de psicólogos y psiquiatras en el mundo que, desde el año próximo, habrán ensanchado su cartera de enfermedades. Por suerte, algunos especialistas están preocupados: “La nueva revisión podría expandir radical y descuidadamente los límites de la psiquiatría”, explicó Allen Frances, profesor emérito de la Universidad de Duke, presidente del comité que supervisó la versión previa del DSM. Y agregó su inquietud frente a la “criminalidad y medicalización de la normalidad y la diferencia individual”.
No está solo: más de 11 mil profesionales han firmado una petición para detener el lanzamiento del manual, argumentando que la propuesta del libro exacerbará los problemas de quienes quieren encajar y, a su vez, devaluará las verdaderas enfermedades mentales. Otros van más lejos: están preocupados porque, frente a la exageración, se los empiece a considerar obsoletos. Al fin de cuentas, si todos están locos, ¿quién necesita tratamiento?

Enfermedad Mental y Estigma -video-







Este vídeo forma parte de una campaña de sensibilización para reducir el prejuicio contra las personas afectadas por alguna enfermedad mental, que está llevando a cabo la Asociación Avelaiña, de ayuda a personas con enfermedad mental, ubicada en A Guarda, Pontevedra, España. 



sábado, 24 de marzo de 2012

Controlarán que se cumpla la Ley de Salud Mental

Fte: Diario Comercio y Justicia
2 de Noviembre de 2011

Se trata de un órgano de control ciudadano que medirá y evaluará técnicamente la ejecución de programas y fondos que garanticen los derechos que establece la reciente ley 9848.Profesionales y trabajadores de la salud mental, cátedras y unidades académicas universitarias, organizaciones de la sociedad civil y del Estado nucleados en la Mesa de Salud Mental y Derechos Humanos lanzaron públicamente un observatorio para controlar y monitorear el cumplimiento de la reciente ley provincial 9848 de salud mental.Se trata de una experiencia única en el país.Cabe recordar que la mesa viene trabajando desde 2007 en el tema y que incluso había presentado un anteproyecto de ley que incluía un organismo de control ciudadano, punto que fue descartado al momento de la aprobación de la norma en la Unicameral. Tras ese desenlace, se propuso avanzar en la definición de estrategias para incidir en la garantía de los derechos que contempla la normativa.“Desde allí pensamos múltiples estrategias para incidir, controlar y monitorear el efectivo cumplimiento de la ley de salud mental y una de ellas es el observatorio. Se trata de un organismo político- técnico, con la idea de producir información. Hay un déficit muy grande al respecto en salud en general, y en salud mental en particular. Lo segundo, es monitorear que se vayan cumpliendo lo que está puesto en la ley para que no sea una cláusula dormida como pasó con otras leyes. Vamos a vigilar, controlar, que no se desvíe ni se viole su espíritu. La idea es incidir en las políticas públicas de salud mental”, explicó a Comercio y Justicia Jacinta Burijovich, una de las referentes de la mesa e integrante del área de investigación del Hospital Neurosiquiátrico provincial y del Instituto de Investigación y Formación de Administración Pública (IIFAP-UNC).Según explicó, una parte “importante” del observatorio es la construcción de un sistema de indicadores que no son sólo sanitarios sino también de salud mental con enfoque de derechos humanos. “Con los indicadores se monitorea: cuáles son los programas que se están llevando adelante; cuáles son los fondos que se utilizan para sostener estos programas; si se desarrollan competencias y habilidades para que el personal que lleva adelante esas tareas sea idóneo; si hay mecanismos de exigibilidad de un derecho si no se está cumpliendo y hasta cuestiones más concretas, como el tiempo de estancia de hospitalización y el número de defunciones de pacientes ocurridos durante la internaciones”, detalló.
Cómo denunciar
Una de las formas en que se expresará el observatorio será una página web que en los próximos días estará on line. Allí, además de poder consultarse todo el entramado legal en torno a los derechos en salud mental, habrá información y formularios mediante los cuales la gente va a poder denunciar, plantear quejas y también subir buenas prácticas en la materia. Así lo explicó Stella Regis, otra de las referentes de la mesa y de la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC, quien -junto a Burijovich- presentó el observatorio. Cabe detallar que la iniciativa ganó una convocatoria de financiamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología provincial.
Bajo la lupa
Uno de los temas que hoy preocupa a los impulsores del observatorio es la reglamentación de la ley que -según señalaron- “se hizo entre gallos y medianoche, sin un proceso participativo”.En la mesa están evaluando, junto a abogados, una presentación de inconstitucionalidad sobre la reglamentación, específicamente en lo referido a lo reglamentado sobre el artículo 37 de la ley que es el que habla de la prohibición de la creación de nuevos manicomios. Según advirtieron, la reglamentación abrió la puerta a una excepción para el caso de niños, adolescentes y adictos, “con lo que la reglamentación termina violando el espíritu de la ley que es que no existan más internaciones monovalentes ni instituciones psiquiátricas monovalentes de internación prolongada”, insistió Burijovich.En este sentido, manifestaron su preocupación por la reciente creación del Centro de Atención Integral para Adolescentes José Ingenieros “que tiene 29 camas y que está habilitado por la reglamentación del artículo 37”. “La creación de este centro viola absolutamente la letra y el espíritu de la Ley de Salud Mental que prohíbe expresamente el artículo 37. Estamos discutiendo que esa reglamentación es inconstitucional, porque no puede el Poder Ejecutivo avanzar sobre el Legislativo, si el espíritu del legislativo es la no apertura de nuevos manicomios; esto es grave”. 

Libro: "El Manicomio" de Fernando Ceballos


EL MANICOMIO Fernando Ceballos EDUVIM Villa María 1º Ed 2009
La maquinaria



“El manicomio, por su papel simbólico y real, constituye otra de las piezas esenciales del proyecto médico-político de sometimiento y desposesión de los sujetos. En nuestra práctica en la Colonia Psiquiátrica de Oliveros nos vemos confrontados a diario con la encrucijada ética que significa proponernos la lucha por la sustitución del manicomio y por la construcción de alternativas no represivas en la atención de los pacientes.”
Eduardo Cuadrado, psicólogo, Rosario, provincia de Santa Fe, 2004.

“...y si para paliar nuestros propios conflictos, a fin de no dejarlos que se conviertan en crisis, debemos desnudar aspectos de nuestra personalidad que no nos gustan, pues decorosamente saquemos fuerza de flaquezas, pero hagámoslo, nada puede ser peor que el silencio. Porque lo que ahora se nos manifiesta como síntoma, el día de mañana será patología”.
José Galán, enfermero de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros de la provincia de Santa Fe 2002.



El pensamiento conservador del neoliberalismo, que dominó a su antojo y en soledad las políticas públicas de nuestro país y del mundo durante el último cuarto del siglo XX, conformó una cultura de solos sustentada en el miedo, el odio, la avaricia y la mortificación. Por cierto, esta realidad colonizadora de subjetividades le ha dejado al capitalismo cuantiosos dividendos y, es por ello que, muy difícilmente le interese corregirla, por el contrario, éste debe ser el escenario para que siga existiendo todo su aparato de opresión. No es sólo la acumulación de capital lo que hace que el capitalismo sobreviva y se extienda, llegando a la increíble hegemonía que disfruta tras el paso del milenio. Es en el campo de la producción de la subjetividad donde el capitalismo juega su carta fundamental desarrollando nuevos métodos de control sutil sobre corazones y mentes. El sentido de la dominación, se hace plenamente visible en las situaciones en las que la práctica dominante opera como ordenador simbólico, imponiendo un código, el lenguaje de la situación; así este accionar le asigna sentido al mundo.

Existe para los latinoamericanos un sistema, un proyecto que viene desarrollándose desde hace más de 500 años, desde el mismísimo momento en que fuimos colonizados. Modos de subjetivación que irrumpen en la vida cotidiana a través de sutiles sometimientos y victimizaciones. Dos modelos eternizan la dominación del sur, que es fundamentalmente cultural y, afectan la identidad de los pueblos: el de educación y el de salud: la “colonización pedagógica” de que habla Arturo Jauretche,para que el país se venga zonzo. Un pueblo ignorante y enfermo es más fácil de someter. Estos sistemas que se confunden intencionalmente con la ideología cultural y operan en las estructuras mentales produciendo un proceso de deculturación, tenían (y siguen teniendo) como emblema discursivo: “la negación del otro, como ser libre”. Un Otricidio, a decir de Marta Gerez Ambertín. Así se fueron sucediendo distintos acontecimientos que dieron como resultado este aparato capitalista que dentro de su cotidianidad tiene como acción “cosificar al hombre”.  Enrique Dussel hablando sobre la inmoralidad de la conquista nos dice, “...sólo utilizando categorías distintas, que permitan comprender como el mal es justamente la negación de la distinción, es como podemos entender ahora el mal de la conquista de América... el español se encontró con el Otro, con el rostro del indio y, desde su mundo, no respetó al Otro, sino que tomó al indio y lo introdujo en su mundo como instrumento a su disposición.”

Este aprendizaje de desvalorización subjetiva continúa en la actualidad en diferentes espacios disciplinadores de la comunidad, y tienen como esencia el control de lo humano del hombre, el control de su instinto, de su deseo, sus gestos, su palabra. Esta maquinaria impersonal siempre está omnipresente desde el poder de turno organizando las pronunciaciones dominantes y estableciendo el orden, las voces y los saberes, los movimientos y las emociones adecuados a dicho régimen.  Así se delimita una producción de subjetividad capitalista, una subjetividad moldeada, fabricada y consumida en cada paso que damos. Todo este aparato cultural devastador del deseo que organiza la abundancia de la riqueza de unos pocos, y la abundancia de la carencia y las necesidades de muchos, se inscribe en dispositivos y mecanismos de normalización a través de toda una serie de instituciones disciplinadoras de la educación, de la salud, de la justicia -entre otros derechos de las personas-  que controlan el interior de la sociedad detectando a los diferentes para su corrección.
El manicomio ha sido -y sigue siendo- una de éstas instituciones; quizás una de las más “perfectas” a lo largo de toda la historia de la “sujeción” de la locura, así como también de toda una gama de marginales que “ensucian” la comunidad. Representa el corazón mismo de la sanción que, históricamente, ha etiquetado y discriminado al distinto a través de tecnologías disciplinarias que individualizan los cuerpos potenciando al mismo tiempo, su utilidad y su docilidad. En el interior de éste dispositivo normalizador “aparecen” cada vez  más personas, que el exterior cada vez más se encarga de “desaparecer”. Un adentro lleno de afuera, que excluye a los diferentes que no encajan en una sociedad cada vez más desencajada.

Los rostros del manicomio, son rostros iguales, de miradas que imploran ser miradas, de bocas que hablan un idioma “indescifrable” para el afuera, de cuerpos que esperan por abrazos y reconocimiento humano, de pies que sólo caminan el derrotero de instituciones que enloquecen. Son los rostros de los pobres de la historia. Son los rostros de los desposeídos de todo. Son los rostros de la globalización y del capitalismo con su doble industria de ambiciosos y desamparados que produce subjetividades ajustadas a las formas de los que dominan. Son los rostros, como dice Oscar Sotolano de esa “cultura triunfante del malestar que promociona una ética y una estética de la maldad, del cinismo y de la decepción que condena al deseo al nivel del vínculo entre el hombre y las cosas(o los hombres devenidos cosas)”. Es la pobreza más pobre. Es la pobreza sin esperanza. Son almas pobres que han perdido todo, y han ganado una nosografía psiquiátrica que clasifica su dolor y su sufrimiento y, los confina al encierro como única respuesta cruel que envilece sus vidas. “El manicomio no es simplemente un dispositivo más dentro de los dispositivos de salud: representa, simbólica y realmente, el producto de una construcción histórico-social correlativa a la existencia del capitalismo” (Eduardo Cuadrado, 2004 Rosario). Los que habitan esta institución son el producto que se ha desviado de la norma para convertirse en enfermedad referenciada médica, legal y moralmente por la sociedad.

Esa lógica que ha gobernado el encierro de la locura desde su historia y, ha producido su proceso de psiquiatrización y medicalización está vigente hoy más que nunca. Hoy el manicomio “goza de buena salud”. Esta estructura, como la globalización, tiene también a sus ambiciosos y sus desamparados como haciendo un correlato con el “afuera”. Ambiciosos que ejercen un poder correccional y de normalización disciplinaria, con un beneficio político y eventualmente cierta utilidad económica que ayudó a solidificar el sistema. Desamparados que son corregidos, enderezados, subjetivados moral, legal y médicamente.

 “¿Por qué no se puede salir del asilo? Se pregunta Foucault, y a su vez se responde, “no se puede salir del asilo, no porque la salida esté lejos, sino porque la entrada está demasiado cerca. Nunca se deja de entrar a él, y cada uno de esos encuentros, y cada uno de esos enfrentamientos entre el médico y el enfermo vuelven a poner en marcha, repiten de manera indefinida ese acto fundador, ese acto inicial a través del cual la locura va a existir como realidad y el psiquiatra  como médico, y el asilo como exclusión. Aunque enteramente separado, el asilo, debe ser en sí mismo una reproducción de la realidad misma. Acá adentro hay un “afuera” que ya no tiene “afuera”. No hay retorno, y si existe es siempre hacia el “adentro”. Los locos siempre están retornando al loquero.
-Cuando estoy adentro me parece durísimo, cuando estoy afuera lo extraño. Uno se termina adaptando al hospital, muchas veces el afuera es terrible, dice Cristian que “apenas” tiene meses de internación en el  hospicio más grande de la provincia de Córdoba.

A partir del surgimiento de las instituciones asilares y de encierro, más allá de “la idea de libertad total”que manifestaba Cabred, se convirtieron en verdaderos pueblos de locos a los cuales siempre fue fácil ingresar pero penosamente difícil salir. Y a partir de 1900 comienza en nuestro país, un vasto proceso de medicalización del diferente que terminará trasformando al loco en un enfermo mental, y a la locura como objeto de estudio médico con toda una práctica de diagnóstico y encierro, psiquiatrización y judicialización que justifiquen una intervención psiquiátrica. Así el alienismo argentino, devenido hoy en psiquiatría, inventó, modeló y recortó -copiando modelos europeos- su propio objeto de estudio: la enfermedad mental. El conocimiento científico se apersonó en los discursos de verdad de la razón, no sólo para clasificar la peligrosidad del loco; sino también su incompatibilidad social, y de esa manera justificar su encierro. Así, el encierro posee mucho más una significación moral que una significación clínica o médica.

Para Foucault, dos características fundamentales determinaron lo que él dio en llamar la “clínica de la locura”, primero fue la exclusión con sus estamentos administrativos y el asilo como su instrumento de destierro y marginación más eficaz; y luego el “higienismo” (en busca de una cura) a través de sus discursos teórico-prácticos fue construyendo las grandes categorías clínicas de la locura, las nuevas grillas de clasificación e identificación de la “enfermedad mental”. Así emergen la gran nosografía psiquiátrica del siglo XIX, y la exclusión se complementa con el modelo “alienista” determinando una “seudociencia” que lejos de llegar a una verdadera cura, ejercía un poder restrictivo sobre el “alienado”. Todo lo que se inscribe dentro del marco del asilo, sólo permite la supervivencia de éste, pero no su reforma.

¿Por qué el manicomio? ¿Cómo hacer para interpelar esa estructura mental que ha perdurado tantos años delineando prácticas y teorías? ¿Porqué es más fácil “acomodarse” desde lo manicomial? ¿Por qué es más fácil dependizar a las personas? ¿Porqué es más fácil estructurar muchas vidas, hacerlas iguales, sin tener en cuenta esas vidas? ¿Por qué los que “curan” lo “sostienen”?

Cuando decimos manicomio no nos quedamos solamente con esas estructuras edilicias tipo fortalezas que impresionan por sus enormes puertas, amplias habitaciones y grandes galerías. Cuando decimos manicomio nos estamos refiriendo, sobre todo, a toda una gama de estructuras teóricas, jurídicas e ideológicas que delimitan prácticas represivas y moralistas que se “encarnan” en el cuerpo de manera durable bajo las formas de disposiciones permanentes y que están enquistadas en la misma comunidad. Esto incluye todo lo que la persona es capaz de adquirir, de internalizar, en fin, de in-corporar: no sólo conocimientos y competencias, creencias y visiones del mundo sino también sistemas de esquemas lógicos, prácticos, gestuales y posturales. En este habitus (a decir de Bourdieu), se predispone una determinada forma que guía la conducta y las competencias (destrezas, conocimientos, habilidades, el discurso, etc.) y, la anima a engendrar prácticas sostenedoras y saberes adaptados al aparato asilar.
Esta modalidad capitalista de producción de subjetividad tiene relaciones de interdependencia con el Estado, a través de una serie de instituciones que tienen la misión “disciplinadora” de imponer un “modelo ideal” a través de un “tratamiento ortopédico”. Así, aparecen instituciones penitenciarias para reconvertir a esos residuos de la sociedad: los delincuentes; instituciones sanitarias para curar a los residuos de la humanidad en general: los locos; e  instituciones educativas para civilizar a los residuos de la historia: los pueblos colonizados. El individuo, en el marco de estas lógicas normalizadoras pareciera que no dejara de transitar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: la familia, la escuela, la fábrica, de vez en cuando el hospital, y eventualmente la prisión.

Se establecen prácticas subjetivadoras que normalizan e higienizan en pos del progreso y la civilización delineando de esta manera una sociedad “pulcra” y “derecha” que niega identidades culturales forjando territorios masificados “mansos y tranquilos”. Quizás el manicomio sea el ejemplo más cabal de ello, “monumento” de la corrupción, de la negación de la palabra del otro, de la categorización social de un sujeto devenido en objeto de la ciencia, de un poder “policial-psiquiátrico” sustentado en premios y castigos para aquellos que “se portan bien” y aquellos “que se portan mal”; en fin, de una confinación y por ende expulsión lisa y llana del “enfermo mental” del mundo “razonable”.

Maud Mannoni reflexiona y nos dice: “hoy, como ayer, oscilamos entre las dos alternativas de esta elección: o conservarlo en la familia o transferirlo al asilo. No es preciso ya insistir en la nocividad del medio familiar, pero el asilo tampoco es una solución. ¿Qué hacer? ¿Cambiar la sociedad, soñar en construir otra, en la cual los locos encontrarían un lugar más justo?... es posible concebir otros métodos de protección menos crueles y menos ruinosos... el mundo de hoy admite mal a los soñadores y a los ´artistas` improductivos. No tienen otra elección que la del asilo, único lugar en el que la locura es permitida (permitida en el seno de estructuras que la fijan, la locura se metamorfosea allí en monumento para la psiquiatría). Pero ¿Qué es lo que nos lleva a nosotros, los que curamos, a reunirnos con ellos dentro de esos muros? Solamente si respondemos a esta pregunta podremos plantearnos otra que Freud dejara sin respuesta: ¿Qué es la locura? ”.